Esos días largos en los que puedes dormir hasta las tantas, salir con tus amigos, comer un bocadillo en un parque con ellos y tumbarte en el césped a hablar de nada y de todo mientras tomas el sol.
Esos atardeceres en los que no hace falta ni una chaqueta fina, porque hace suficiente calor como para estar en tirantes y pantalón corto.
Esas noches en las que sales de fiesta cuatro días seguidos y amaneces caminando por las calles de Madrid en busca de una churrería para desayunar.
Sentir la libertad de poder hacer lo que quieras.
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